domingo, 29 de julio de 2012

Tocando el cielo de Madrid. 28 de julio.


Ruta en bici 1738918 - powered by Bikemap 

Han pasado ya dos años y tres meses y ha vuelto sorprenderme. En realidad hay mil formas de afrontar un día de alta montaña, mil caminos por los que transitar, mil situaciones a las que enfrentarse. Gracias a todo esto es por lo que merece la pena madrugar y darlo todo por un día especial.

Desde hacía una semana nuestras esperanzas estaban puestas en hacer La Pedriza y llegar hasta uno de los puntos más altos de la sierra madrileña: el Prado la Nava a 2.000 metros de altitud. Marcamos una hora tempranísima, las 7h15 que yo no pude cumplir. La noche anterior la cerré a la 1h de la madrugada y quedaba por montar la baca y los raíles para transportar las KTM. Y luego el desplazamiento en coche hasta nuestro punto de partida, el castillo de Manzanares el Real. Mi retraso fue de 45 minutos, bien soportado por mi compañero Yoni.

En Manzanares comenzamos nuestro asalto a las cumbres a las 9h40, bastante más tarde de lo previsto pero con la sensación de que nuestras piernas harían lo suficiente como para recuperar gran parte del tiempo perdido. ¡Qué ingenuidad!

Atravesamos el pueblo y la zona de chalecitos más próxima a la entrada al parque protegido de La Pedriza y comenzamos nuestra aventura por entre los pinares, por el tramo inicial asfaltado de pocos kilómetros, con un primer escalón de subida que anima a las piernas para todo lo que espera hacia adelante. Una bajada arriesgada conduce hasta el último de los parkings hasta donde pueden llegar los vehículos a motor, y allí otra valla ya delimita la zona absolutamente natural de la mixta. Paramos un momento para que Yoni pudiera echar algo de tierra a los discos de su KTM para que así ayudara a la frenada. Está quedándose sin pastillas de freno y no era el día más adecuado para arriesgar en las largas e intensas bajadas.






Hacía algo más de dos años de mi última y primera visita a este enorme lugar. En aquella ocasión nos juntamos hasta 6 amigos para disfrutar de la bicicleta, el entorno y la compañía, e hicimos la ruta en sentido contrario a las agujas del reloj, subiendo por las famosísimas zetas. Esta vez queríamos probar el sentido contrario. Yoni ya las había disfrutado en otras ocasiones y me aseguraba que era distinta pero igualmente increíble hacerlo de izquierdas a derechas. Y así fue, una maravilla.

A la llegada a la última valla accedimos hacia la izquierda en la bifurcación, y tomamos una cuesta asfaltada pero muy rota, más cuando más ascendía. Entorno ya maravilloso, con cientos de árboles de altura espectacular, con espeso follaje y olores que hacían sentir lo maravilloso de la madre tierra.

Subiendo por este tramo tuvimos nuestro primer encuentro con unos toros que estaban apostados en mitad de nuestro camino y que a su ritmo calmado de vida estaban bebiendo agua de un caño. Entendimos por su aspecto y su actitud que eran del todo "mansos", pero su tamaño y sus cuernos no diferían mucho de los "bravos". ¿Qué hacer? Esperar, claro. En esas estábamos cuando llegó a nosotros otro biker, que nos imitó. Pero la calma de los "mansos" era tal que decidimos emplear nuestra mejor arma: la inteligencia. Tomamos la bicicleta para subirla hacia la pendiente, fuera del camino, y así poder bordear la parte en la que los toros se encontraban bebiendo. Lo hicimos, y los animales nos miraban como si pensaran que hubiera sido más sencillo pasar por el camino... Mejor no arriesgar pensamos todos, porque un pequeño movimiento de esos bichos podría habernos hecho caer al suelo y nunca se sabe de las consecuencias posteriores.

Tuvimos al menos cinco encuentros más con otros grupos de toros pero ya no tan extremo, con tanto bloqueo. Pasando a 3-4 metros a su lado pero en velocidad, ellos ni se asustaban y nos asustaban. Continuamos camino y ascenso, dando con el fin del asfalto y el comienzo de la pista. Todo en subida, sin pendientes extremas hasta que nuestro cuentakilómetros marcaba los 14. Ahí yo comencé a notar que algo en la pendiente cambiaba. Siempre fuimos a ritmo, sabiendo las distancias que tendríamos que soportar. En realidad, de los primeros 32 km hicimos 25 de subida, todos enlazados a excepción de unos 5 intermedios entre el Collado de los Pastores y el inicio de la subida al Prado la Nava.

El tramo que nos restaba hasta el mirador del Collado de los Pastores se nos hizo duro y largo, pero precioso por las panorámicas que ofrece el terreno, la altura que habíamos logrado alcanzar que nos permitía visualizar el camino por el que habíamos transitado, tan abajo, allí en las profundidades. ¡Realmente increíble!

17 km de recorrido y llegamos al mirador, obligada parada para todos. Pudimos disfrutar del paisaje, del aire que nos recuperó, de líquido y sólido, y de un grupo de bikers que estaba compuesto por padres e hijos, los niños de no más de 7 años. Yo me quedé impactado por esto, ya que llevar a unos niños hasta ese nivel de esfuerzo me pareció excesivo. Aunque es cierto que los enanos no aparentaban cansancio alguno...






Cinco minutos de recuperación y nos pusimos de nuevo sobre nuestras bicicletas. El siguiente tramo, de unos 5 km, nos permitió recuperar el oxígeno y la musculatura del esfuerzo de la larga y prolongada subida. Tocaba bajar unos cientos de metros que más tarde, subiendo a La Nava, deberíamos compensar. Divertido este tramo, donde alcanzamos velocidad y en el que pudimos tomar las curvas con energía.

Sin tiempo para parar, comenzamos la subida a La Nava. El recuerdo de la última vez allí no es muy grato. A mitad de recorrido encontramos nieve helada lo que me llevó a caerme hasta en tres ocasiones y tener que volver sobre nuestros pasos. Tenía claro esta vez que muy mal tendría que estar yo para abandonar y no cumplir con tocar el cielo de Madrid.

La montaña sin embargo marca sus reglas y ni tan siquiera en un día de verano y tranquilo se puede asegurar nada. Lo primero es que la subida a La Nava es de 6 km, todos, absolutamente todos en ascenso ininterrumpido, con un terreno horrible, muy bacheado, muy pedregoso, muy removido en muchas partes. Quien consiga subir hasta la cumbre puede decir con seguridad que nadie le ha regalado esa ascensión. Es increiblemente dura, por los kilómetros acumulados y por la altura de 2.000 metros. Hasta en dos ocasiones pensé en echar el pie a tierra y abandonar, volver sobre mis pasos. Las pulsaciones de mi corazón se habían situado de forma constante en los 174 latidos por minuto, cuando en mí eso no es nada habitual. Estaba llevando al límite a mi cuerpo y a mi mente. Creíamos que sería más suave y corta, y a ambos se nos hizo eterna. El frío (sí, he dicho frío) entró en nuestros huesos según ascendíamos. Es julio pero la montaña no entiende de veranos ni de inviernos. En pleno julio, con temperaturas de 35º, en la sierra siguen existiendo regeros de agua limpia que manan por cualquier rincón. A pesar del dolor de la ascensión, del sufrimiento vivido, me sentí afortunado de poder ver todo el entorno y de sentirme parte de él.

Conseguimos nuestro objetivo después de 40 minutos de ascensión para cubrir el empalme hasta La Nava. Arriba tres amigos se divertían y un cuarto biker que nos seguía también se paró a disfrutar de lo conseguido.





Tomamos sólido y líquido, y tras varios intentos imposibles de contactar por teléfono con la familia (no hay ningún tipo de cobertura para móviles a esa altura) iniciamos el descenso. Si dura fue la subida, la bajada no lo fue menos y además muy arriesgada. Los tres amigos que encontramos arriba, resulta que eran tres frikis del pedal en modo descenso. Yo los llevé pegados a mi culo en los dos primeros kilómetros, imposible de pasarme porque en la mayoría del recorrido solo hay un único carril para transitar. Sin embargo, el primero del grupo nos adelantó a los dos en una curva, saliéndose de todo camino, y sus amigos le siguieron al momento. Vaya flipados hay por la vida...

Llegamos al pie del inicio a la subida a La Nava, y sin parada, nos dirigimos hacia las zetas para descenderlas. Subidón de adrenalina, emocionante y mil cosas más se puede decir de este descenso, en el que si no tienes frenos mejor rezarse varios padres nuestros. Se alcanzan velocidades de cuidado con curvas muy inclinadas, muy rajadas y con tierra muy removida. Según bajamos, la temperatura nos hizo recordar que nos encontrábamos en verano, el mercurio subía.

Recorrimos todo el tramo de zetas y acabamos en la vereda del río Manzanares, pero en altura. Desde allí se podía ver mucha gente en las enormes piedras de la zona, tumbados al sol recibiendo sus rayos y bañándose. Paradisiaco. Conseguimos cubrir el tramo hasta el último parking y tras solventar el puertecito intermedio alcanzamos nuestro coche. Eran las 14h15, mucho más tarde de lo que estimamos al principio, pero es que la alta montaña manda con mano de hierro, siendo nosotros unos pequeños títeres en sus manos. Montamos las bicis y camino a casa.

Espectacular el día, maravilloso y adictivo. Es un lujo poder contar con este increíble paisaje a 45 minutos de casa y vivir sensaciones que hacen dar gracias de estar vivo. Repetiré mil y una veces este recorrido, para no olvidarme de que merece la pena el esfuerzo por ver Madrid desde el cielo.

Promedio pulsaciones: 142
Máximo pulsaciones: 176
Promedio calorías consumidas:811
Total calorías consumidas:1.077
Tiempo In Zone (150-182): 1h44

Datos de la ruta:

Recorrido: Manzanares el Real - La Pedriza - Prado la Nava - La Pedriza - Manzanares el Real.
Distancia: 54,84 km.
Tiempo efectivo: 3h50'
Tiempo total:  4h35' (9h40' - 14h15')
Promedio: 14,35 km/hora.
Desnivel: 1.410 metros.
Terreno: pista-asfalto (90-10) %.

domingo, 15 de julio de 2012

Rumbo a lo desconocido. 15 de julio.


Ruta en bici 1704342 - powered by Bikemap 

Puede que algo condicionado por el devenir de los acontecimientos en el país, algo aturdido por tanta prima de riesgo, presupuestos agotados, políticos corruptos, y un cada vez más pueblo llano llanísimo, entendí que había que aventurarse a hacer algo diferente, buscar caminos inexplorados, echarle un pulso al valor a ver quien ganaba. Me planté delante de los mapas de Google y tracé una locura resumida en 92 km con un desnivel de casi 1.000 metros y todo sobre tierra. Hablé con mi compañero de rutas Yoni y quedamos en hacer lo que se pudiera, comenzando a las 8h15 en Alcalá.

Por una vez en todo el verano conseguí cumplir mis compromisos en forma de horario y saliendo a las 8h05 de casa, alcancé el punto de encuentro con Yoni a las 8h20. Amaneció un día fabuloso, algo fresquito y con una ligera brisa. El frescor se fue difuminando rápidamente pero la brisa nos acompañó en todo el recorrido por tramos de tiempo.

Yoni sigue sin sacar el tiempo necesario para poner su bicicleta a punto, y a la suciedad que arrastra después de algunas salidas, ya incorpora algunos desajustes en las zonas sensibles lo que lleva a incorporar música de fondo mientra circula. Yo la limpié ayer... solo por veguenza torera, y la verdad es que se agradece salir de casa como un niño con zapatos nuevos, aunque cierto es que toda esa limpieza dura poco y nada.

Hablamos Yoni y yo que iniciaríamos la ruta y en función de las fuerzas haríamos toda o la acortábamos. Comenzamos con cruzar Alcalá en dirección a El Zulema. Tras pasar por la pasarela de madera sobre el Henares, tuvimos que socorrer a un biker que estaba más perdido que un saltamontes en el mar. No conocía la zona y había quedado en el parque natural. Le acompañamos un tramo y volvimos a lo nuestro que era subir por el puerto viejo. Como siempre, admiramos las rampas que ofrece este puerto duro y el paisaje que se dibuja de Alcalá casi nada más comenzar la ascensión. Sabiendo que el día sería duro marcamos un ritmo de recorrido largo, nada de exhibiciones.

Arriba, ya en la urbanización, alcanzamos las urbanizaciones de Los Hueros, las atravesamos y nos dirigimos hacia el camino de tierra que une Los Hueros con Villalvilla. Picando ligeramente hacia arriba pero con buen firme, íbamos acercándonos hacia nuestro destino. Encontramos varios grupos de bikers en la zona de Los Hueros, todos con bicicletas que quitan el hipo y también la sonrisa a quienes las hayan tenido que pagar a plazos.

En Villalvilla tomamos la carretera que dirige a Valverede. Subidon al 10% de un par de kilómetros. A ritmo conseguimos hacer cima y después subidón de adrenalina al bajar por la otra cara del puerto, donde se enlazan varias curvas en ese donde alcancé los 60 km/h. De verdad que es una pasada esa bajada.

Alcanzamos Valverde y tomamos el tramo de tierra que une este pueblo con Pozuelo del Rey. Éste ya es el último tramo conocido por el que hemos transitado en dos ocasiones más. Fabuloso el firme, el mejor de toda la zona de Alcalá. Y el perfil, comenzando con un puerto duro de unos dos kilómetros, luego serpentea arriba y abajo pero ya de forma más suave, disfrutándose encima de la bicicleta.

Llegamos a Pozuelo y ahí ya comenzaba lo inexplorado, lo nuevo para nosotros. No saber hacia dónde te diriges supone una motivación extra, estar más despierto de lo habitual. Hicimos la parada para reponer sólido y algo de líquido en un caño de agua que hay junto a un parque. Empleamos el tiempo justo para no alargar mucho la jornada.

Tomamos un camino estrecho y por tramos pedregoso que hacía recordar ligeramente el firme que hay en la conocida Cercegovia, con rocas adheridas en el suelo obligando al biker a saltar y a extremar la seguridad. Aún con ese pequeño aliciente, ha sido un tramo divertido, con algunas zonas de mucha vegetación lo que nos obligaba a agacharnos casi a la altura del manillar para evitar los golpes de las ramas. En general, el perfil en este segmento ha sido favorable, ligeramente en caida hacia Campo Real.

Comenzamos a utilizar el GPS para orientarnos ya en Campo Real para alcanzar el camino que enlaza con Loeches. Dimos con él rápidamente, y nada más comenzar nos encontramos con un grupo de unos 10 bikers todo igualmente uniformados y con unas bicicletas de aupa. Primero una subida no muy larga y al final no muy exigente, y un poco más adelante una bifurcación donde estaba el grupo decidiendo si derecha o izquierda. Yo había estudiado el terreno y les dije que izquiera, y allí que fuimos todos, ellos un poco más adelantados a nosotros. La sorpresa del día vendría a partir de ese instante. Encontramos un perfil en bajada tremendamente accidentado. ¡Qué pena no haber fotografiado el lugar! Había piedras de un tamaño que hacía imposible descender encima de la bicicleta sin sufrir de pánico, con además un barranco a mano derecha (aunque estaba vallado, es cierto). La inclinación del terreno más la acumulación de tanta piedra y de tanto tamaño nos obligó a echar pie a tierra. Yoni, al final acabó subiéndose de nuevo y bajando con muchas precauciones, y yo descendí unos metros a pie hasta que mejoró la situación. Más adelante encontramos menos piedra pero nos sorprendió lo irregular del terreno con grandes cortes que obligaban a ir de izquierdas a derechas del camino, utilizando el peralte natural del terreno para no caerse. En fin, resultado de un tramo superdivertido y superpeligroso en cantidades iguales.

Después de 6 kilómetros casi todos de descenso arriesgado, alcanzamos Loeches. Pero dimos a un punto en el que estábamos desorientados. Otra vez el GPS nos ayudó a salir de allí hacia Torres de la Alameda. 5 kilómetros de terreno más benévolo, con alguna subida pero de poco interés nos permitió alcanzar el pueblo de destino. Otra vez el GPS salió en nuestra defensa y pudimos, tras cruzar en diagonal Torres, alcanzar el tramo de tierra que le une a Valverde. Este tramo sí le conocemos, por haber pasado por allí ya en varias ocasiones. En su tramo intermedio hay un pinar a un lado y un circuito de motocross. Bastante llano y de buen firme pudimos llegar ya con cansancio a Valverde donde hicimo parada para reponer energías. El sol calentaba a 32º y nos agotaba.



Nos esperaba la subida del día. Esa que bajamos antes con un subidón de adrenalina, ahora estaba por delante de nosotros y en forma ascendente. Comenzamos y terminamos a ritmo, sin probarnos demasiado. Ya acumulábamos 50 kilómetros en nuestras piernas y cualquier inclinación en contra nos sentaba a cuerno quemado. La brisa ayudó a soportar el calor y el esfuerzo de la ascensión. En la cima nos dejamos caer hacia la vertiente de Villalbilla, disfrutando de la velocidad.

Abajo tomamos el mismo camino que utilizamos en la ida, es decir, camino de tierra hacia Los Hueros y bajada de asfalto por El Zulema. Atravesamos Alcalá y nos pusimos en casa en un ratito.

Jornada de las serias, con un poquito de todo. Calor, muchos kilómetros, puertos exigentes, sorpresas, y pueblos nuevos incorporados a los conocidos por estos bikers. A ver si, como todos hemos cantado semanas atrás, no hay dos sin tres, y la próxima semana hacemos otra salida disfrutando de la bicicletas, del entorno y de la buena compañía.

Promedio pulsaciones: 116
Máximo pulsaciones: 160
Promedio calorías consumidas: 619
Total calorías consumidas:1.247
Tiempo In Zone (150-182): 0h19

Datos de la ruta:

Recorrido: Meco - Alcalá de Henares - El Zulema - Los Hueros - Villalbilla - Valverde de Alcalá - Pozuelo del Rey - Campo Real - Loeches - Torres de la Alameda - Valverde de Alcalá - Villalbilla - Los Hueros - El Zulema - Alcalá de Henares - Meco.
Distancia: 84,49 km.
Tiempo efectivo: 4h27'
Tiempo total:  5h15' (8h05' - 13h20')
Promedio: 19,00 km/hora.
Desnivel: 750 metros.
Terreno: pista-asfalto (85-15) %.

lunes, 9 de julio de 2012

La vida puede ser maravillosa. 8 de julio.


Ruta en bici 1692432 - powered by Bikemap 

Lo decía el controvertido, amado y detestado Andrés Montes en una de sus frases míticas: "Porque la vida puede ser maravillosa". Cuánta razón y sabiduría acumulan ciertas frases que resumen toda una filosofía de vida. Saber enfrentarse a ella y sacarle todo el jugo, saber valorar las cosas importantes y dejar a un lado las que tienen (o no) solución. En resumen, se trata de VIVIR (sí, con mayúsculas).

Yo necesitaba recuperar sensaciones de esas a las que se refería el comentarista. Y volver a la rutina de mis deportes y mis alegrías. Así, nada mejor que comenzar con las rutas en bicicleta los fines de semana e ir incorporando el resto de hábitos que me hacen sentir tan bien.

Prefiero los sábados para hacer las salidas, porque así se facilita la recuperación en domingo, pero no siempre se puede ya que las obligaciones mandan. De este modo, fijamos Yoni y yo el domingo a las 8h30 como salida oficial. A primera hora recibí un mensaje de mi compañero en el que me decía que el pedal automático que llevaba dando problemas desde hacía meses había muerto definitivamente. Teníamos entonces que acercarnos a casa de sus padres a por uno de repuesto, siempre y cuando el "muerto" viviera lo suficiente. Me puse en marcha a las 8h30 con el retraso de siempre de los 15 minutos. Alcancé Alcalá por el camino de tierra y en poco más de un cuarto de hora ya estábamos juntos para comenzar la jornada.

Bajamos hasta casa de los padres de Yoni con mucho cuidado para no forzar el pedal averiado, y lo hicimos bien, porque pudimos llegar y cambiarlo. Ahí decidimos que ya era el momento adecuado para volver a disfrutar y sufrir la subida a El Viso por los pinares. Cruzamos Alcalá hasta llegar al río Henares y, pasando por la nueva pasarela de madera, alcanzar la subida a El Zulema.

Hicimos la subida con sudores, que a pesar de ser pronto el sol de julio hace mucho daño desde primeras horas. Lo hicimos juntos, como el resto de subidas del día. La inactividad pasa factura a los dos, y a mí en especial el calor. Sin demora en el alto nos dirigimos hacia nuestro destino preferencial: El Viso. Tomamos la carretera que sube hacia el alto pero nos desviamos a la izquierda para bordearlo y subir por la zona de pinos. Antes de hacer la subida, comenté a Yoni que debíamos hacer una incursión en Torrejón para conocer ese empalme para futuras rutas por esa zona. Nos adentramos en un tramo muy pedregoso e irregular, pero de igual modo muy concurrido por ciclistas de Torrejón que suben hacia los pueblos del entorno a Torres de la Alameda. Llegamos a la zona nueva de Torrejón, aún a medio construir, conocida como El Soto.

Volvimos sobre nuestros pasos, o mejor dicho, sobre nuestras marcas de las ruedas para esta vez sí, encarar la subida preciosa a El Viso. El recorrido de subida siempre está peligroso, mucho más si se hace hacia abajo, y el domingo encontramos unas rajas profundas y anchas al principio de la subida, además de tierra muy removida en algunas zetas que hacían complicadísimo el pedaleo, ya de por sí dificultoso por la pendiente. Conseguimos alcanzar la cima y sin parar bajamos por la zona asfaltada para bajar todo El Zulema de nuevo y llegar al Parque Natural donde hay una fuente de agua fresca. Allí Yoni rellenó su bidón, mientras llegaba un grupo grande de bikers también a reponer bidones.



Nosotros comenzamos la segunda parte de nuestra ruta. Tomamos camino por la ruta amarilla del parque subiendo en dirección a Anchuelo. Duras las subidas y peligrosas por lo removido del terreno. En un punto del recorrido, Yoni se fue "a la zona sucia", fuera del carril compactado. Demasiada piedra y grava suelta, además de estar en pendiente, le obligó a echar el pie a tierra. Mejor eso que irse al suelo y tener consecuencias. Recuperó bien puesto que yo solo tuve que esperar unos segundo tras pasar la puerta de acceso al parque.

Continuamos nuestro recorrido en dirección a Anchuelo, a través de la solana que nos estaba consumiendo. Ya marcaban cerca de las 12h00 y el sol ajusticiaba a todo ser viviente. Con crema solar por todas las zonas y abundante agua pudimos contrarrestar los rayos solares y el fuerte calor.

Llegados a Anchuelo, tomamos el tramo de subida hacia Los Santos. Tres escalones de subida que consumen en condiciones normales, nos tocó hacerlo esta vez con muchos grados y ya como última subida del día, tras las tres ascensiones anteriores. Muy duro pero muy gratificante confirmar que nuestros cuerpos, a pesar del parón de las últimas semana siguen respondiendo incluso en condiciones complicadas.

Sin necesidad de parar, ya en Los Santos, iniciamos la bajada trepidante hacia Alcalá. Larga bajada de cerca de 6 km que hicimos en 10 minutos. Con las medidas de precaución habituales en este tramo, disfrutamos de lo lindo, llenando de adrenalina nuestros cuerpos. Una vez en el llano ya nos vino la pájara, que no es un ave rapaz, ni tampoco una chica de esas que tienen mala reputación. Es un agotamiento, un cansancio de esos que te hacen odiar el sitio y el lugar en el que te encuentras, y del que tan solo intentas salir vivo. Nos arrastramos hasta nuestras casas, haciendo Yoni el acompañamiento hasta el colegio Santo Tomás. Allí nos despedimos con intención de repetir salida la próxima semana, con el anhelo de enlazar dos semanas consecutivas, algo que antes era habitual y que en los últimos meses es casi imposible de realizar.

Gran jornada de bicicleta, con un calor de verano profundo, una ruta de las serias, con un desnivel de casi 700 metros distribuidos en cuatro subidas, y una compañía de lo más agradable. Hagamos que la vida sea maravillosa, o al menos, vamos a intentarlo con todas nuestras energías.

Promedio pulsaciones: 121
Máximo pulsaciones: 166
Promedio calorías consumidas: 651
Total calorías consumidas: 999
Tiempo In Zone (150-182): 0h30

Datos de la ruta:

Recorrido: Meco - Alcalá de Henares - El Zulema - Torrejón de Ardóz - El Viso - El Zulema - Parque Natural - Anchuelo - Los Santos de la Humosa - Alcalá de Henares - Meco.
Distancia: 72,70 km.
Tiempo efectivo: 3h56'
Tiempo total:  4h30' (8h30' - 13h00')
Promedio: 18,46 km/hora.
Desnivel: 680 metros.
Terreno: pista-asfalto (80-20) %.