martes, 23 de julio de 2013

De visita al Infierno Cántabro. Los 10.000 del Soplao 2013. 18 mayo 2013

 

Primera visita al Infierno. Y no es retórica barata, es realidad pura y dura. Ver el perfil de la etapa ya es agotador. Imaginar hacerla con otros 3.800 bikers que buscan su lugar en el ancho del camino es agotador y peligroso. Llevarla a cabo en mayo con el tiempo tan cambiante del norte de España, es además de agotador y peligroso, algo inhumano. Con toda esta reflexión inicial, dejo claro que estoy dispuesto a volver cuanto antes a por mi Soplao.

Y digo que volveré a por el mío puesto que con éste no pude. Varios factores no controlados por mí me pusieron en situación, digamos, no ventajosa.

Lo primero de todo es conocer bien las circunstancias de una prueba de esta envergadura: me refiero a la longitud y dureza. En cuanto a la primera condición la tenía bastante interiorizada puesto que ya he cubierto en varias ocasiones más de cien kilómetros en un día, incluso días con menos recorrido pero de muchas horas encima del sillín y grandes desniveles. En cuanto a la segunda condición, la dureza, yo tenía una idea aproximada de lo que podía encontrarme, pero la realidad superó mis expectativas. Si bien se comentó entre los bikers que la edición del pasado año fue la realmente loca y extrema, ésta aún no llegando a esos niveles, tampoco fue del todo buena, puesto que el terreno estaba muy embarrado en tramos muy técnicos con grandes desniveles y el tiempo, que durante la primera mitad acompañó, en la segunda cambió a lluvia y frio que castigó a los valientes que afrontaron el reto en toda su longitud.

Lo segundo es conocer bien el terreno por donde te mueves, saber en qué punto del recorrido te encuentras y vías de escape posibles, vías de retorno a tu punto de partida. Hay que recordar que no es una prueba que se realice en una extensión corta. Más bien, hay puntos que distan los 40 kilómetros de la salida y eso supone un riesgo serio en el supuesto de necesitar abandonar y tener que volver al coche. Pues bien, este punto creía llevarlo bien atado, pero no fue del todo así. Llevaba una chuleta pegada en el manillar con las longitudes y puntos kilométricos de ascenso y descensos de puertos, avituallamientos...pero no así los pueblos de paso, el dibujo del recorrido real para saber en el plano dónde me encontraba. Eso me desorientó bastante y es algo a mejorar para la próxima. Debo decir que había grandes obras de arte que muchos biker llevaban incrustadas en sus bicicletas para llevar un control total del recorrido.

Un tercer aspecto a mejorar es el lugar de alojamiento y horas de descanso previos. En mi caso, estuve alojado en el puro centro de Santander gracias a un amigo que me prestó su casa muy amablemente. Solo le debo agradecimiento por este gran favor, pero creo que lo más aconsejable es encontrarse lo más cercano al punto de partida de la prueba para ahorrar tiempo y energías. En mi caso particular, alojarme en Santander supuso fijar el despertador del sábado 18 de mayo a las 5 de la mañana (una auténtica locura). Habiendo dejado todo el material preparado por la noche, solo tuve que vestirme y bajar con todo el equipo hasta el parking donde nos esperaba el coche. De allí 40 minutos de viaje hasta Cabezón de la Sal. Levantarse a las 5 y conciliar el sueño a las 3 de la mañana...supone dormir solo 2 horas para afrontar un día de esfuerzo máximo. Este asunto ha de mejorarse indudablemente, buscando un lugar cercano a la salida, a no más de 20 minutos.

Mi ilusión por la prueba viene de lejos. Hace cuatro años tomé conocimiento de la que se mascaba en Cabezón, la prueba de los 10.000 del Soplao. Solo apto para valientes y locos. Reto mayúsculo para gente corriente. Lo he considerado mi premio a tanto esfuerzo de años luchando por otro objetivo. Conseguido éste me tomé el premio.

Pisamos, mi mujer y yo, Cabezon de la Sal el sábado 18 de mayo a las 6h30 y lo primero que hicimos fue dirigirnos al punto donde la organización tiene previsto el reparto de dorsales. Una vez recogidos todos los bártulos, nos fuimos al punto de partida donde había reunión de pastores, y muchos de ellos, como nosotros mismos entramos a desayunar. Si es importante el desayuno un día corriente, éste que era excepcional me lo tomé como algo personal: un Cola-Cao bien cargado y un bocadillo de lomo tamaño XXL. Pensé que todo lo que tuviera dentro se convertiría en gasolina para el recorrido. De allí volamos al coche para preparar el dorsal en el manillar y todo el equipo.

La previsión climatológica llevaba asustando al personal toda la semana con frío y lluvia. La verdad es que a las 7h30 hacía bastante frio y el cielo estaba absolutamente cubierto, pero al menos en el primer tramo de carrera no descargó, e incluso el frio desapareció para hacer calor en varios tramos. Aún así, había que hilar muy fino la ropa a llevar. Yo me atreví con el equipo íntegro de invierno, con camiseta términa interior, chaqueta y culote largo, guantes de invierno y cubre calzado de neopreno. Llevaba en la mochila, además de dos cámaras y 10 chocolatinas, unos guantes de entre tiempo.



Faltando 20 minutos para el inicio de la prueba ya estaba situado en la cola.

Éste es otro aspecto a mejorar para el futuro.Hay que situarse mucho más adelantado para evitar los tapones tan enormes que sufrí en los primeros 30 kilómetros de la ruta. Tapones que nos obligaron a subir el primer puerto andando. Dieron las 8h00 y sonaban las tracas y el "Thunderstrack" de AC/DC...pero yo me encontraba tan lejos (en una calle aledaña) que no escuchábamos nada del show. El atasco inicial fue monumental, pasando por la salida a los 12 minutos comenzar la prueba.



Sin embargo éste sería el menor de los problemas de todo el día. Salír de Cabezón y a los 3km encontrarse ya parado, bajándonos todos de la bicicleta, para poder ascender el primer puerto del día, eso es absolutamente frustrante y absurdo, desde mi punto de vista. Porque resulta que ya había una prueba de marcha a pie...y nosotros fuimos allí a hacer el recorrido en bici. Decir que tuvimos que hacer la primera subida íntegra a pie no es una exageración. Es una locura que la mayoría de la gente se tomaba con simpatía.

La verdad es que tengo bastante barullo en la cabeza de los puertos que subí, el orden y reconocer cada uno de ellos por el plano. Lo que sí recuerdo con bastante claridad es que los primeros puertos, hasta llegar a La Cocina, fueron bastante accesibles, sin rampas locas, de caminos estrechos entre árboles y muy concurridos. Esto último fue el problema principal; lidiar con el perfil y el resto de bikers, que aun poniendo su mejor empeño siempre se producen situaciones complicadas, especialmente en las bajadas, donde la gente piensa que es Superman...

Llegados a La Cocina, ahí señores, la situación cambió radicalmente. Lo primero es que te encuentras con un tramo de hormigón rayado, y eso solo ocurre cuando la pendiente es tan exagerada que hay que elevar la seguridad. Pues nada, a subir, poniendo los riñones al rojo vivo. Si no recuerdo mal, llegué a terminar el tramo de hormigón, que puede ser de 200-300 metros, y ahí tuve que echar pie a tierra, como la mayoría, pues nos encontramos barro para dar y regalar, junto a mucha piedra grande que, al menos a mí, me resultaba imposible ciclar. El resto de la subida fue a pie. Un auténtico calvario en toda regla. Recuerdo dolor en piernas, espalda, riñones...



Tras La Cocina tocaba subir el monte que da nombre a la prueba, El Soplao. Vuelvo a decir que si no recuerdo mal, subimos por asfalto hasta la misma entrada de las cuevas. Subida dura pero, sinceramente, de los más suave que tuvimos que hacer en el día. La gente iba midiendo mucho los esfuerzos, recuperando incluso en las subidas. Yo aproveché a mirar desde las alturas para disfrutar a lo lejos incluso de algo de costa. Un lujo increible.

En la cima de El Soplao tocaba avituallamiento. IMPRESCINDIBLE. Paré, y tomé 4 plátanos, 3 Accuarius y algo más. Y comenzó el descenso. Vaya tela de descenso...era una pista de patinaje de barro, con tramos de agua que caían desde lo alto para cruzar el camino, y todo esto con la consabida pendiente brutal de la bajada hasta Celis. Acabé destrozado y agotado por la tensión, por la cantidad de gente que buscaba su lugar en la pista, por los golpes de manillar... El tramo final de bajada cambia de barro a hormigón rayado, que a mí en particular me dejó muerto de manos a pies.

Tras El Soplao tocaba el monte Aa. Dureza de nuevo muy grande, con algunos tramos intermedios de hormigón rayado otra vez que hacían casi imposible hacer el recorrido subido a la bicicleta. Llegué muerto a la cima con los riñones castigados, las piernas agarrotadas con algunos tirones y con la sensación de que el recorrido íntegro, de ser todo así, es imposible hasta para el mejor de los deportistas.

Había que bajar Aa hasta Ruente. Al principio encontré una bajada estupenda, con poco barro lo que me permitía lanzarme bastate rápido. Sin embargo, casi al final del recorrido encontramos un sector de barro enfangado que nos paró en seco a casi todos. Tanto había que la organización había situado al final del descenso una máquina hidrolimpiadora para sanear las bicicletas.

Y tocó uno de esos momentos que visualizas en algunos sueños, en esos momentos en los que imaginas cómo será tu Soplao...Pasé por el puente de Ruente, muy estrecho y largo, completamente acompañado de las gente de la zona que no paraban de animar a ninguno de los participantes. De verdad, lo mejor de todo es la gente que anima, jóvenes y mayores, es espectacular.

Pasar por Ruente y dirigirse hasta la siguiente campa de avituallamiento. De nuevo INDISPENSABLE parar. Antes de llegar al avituallamiento tuvimos que pasar un pequeño puerto y hasta un río a pie, luchando con la bicicleta y la corriente de agua para mojarse lo mínimo posible. Al parecer, este año iba muy cargado de agua por las lluvias y nieves que hemos tenido y yo personalmente tuve que meter la pierna bastante abajo para cruzar.

Parado en el avituallamiento, volví a comer como un descosido. Todo lo que cogía lo ingería ya que el esfuerzo estaba siendo enorme. Tocaba subir El Moral. Según mis cuentas 18 km, aunque creo que esa distancia incluía también el puerto anterior que ya habíamos subido. Escuché a la gente que hablaban de 12 desde la campa. Yo comencé con ánimo pero sabiendo que estaba todo muy complicado. Había perdido mucho tiempo en los tapones de subidas a los primeros puertos y ya rondaban las 13 horas. Apenas había cubierto 1/3 del recorrido... Pero comencé la ascensión.

Si se llama El Moral será por algo. Yo creo que es que el monte lucha por quitarte tu moral...Y conmigo lo consiguió. Subí unos 5-6 kms y no pude aguantar el dolor de piernas, agarrotadas como nunca antes me había ocurrido, por el dolor de espalda y riñones. Paré en una primera ocasión para recuperar el ritmo cardíaco, la respiración y el aliento. Parecía que había solucionado lo peor, pero 2 km más tarde, en una curva a derechas tiré la bici a un lado y yo junto a ella. Y tomé la decisión de que había llegado el final de mi Soplao.

La bajada de regreso, mientras el resto seguía subiendo, me dio la vida. Oxígeno para mis piernas y para la espalda dolorida. En la bajada me acoplé junto a otro biker y bajamos juntos. Un biker experimentado pero bastante joven, de Zaragoza, que además se fue al suelo en el segundo avituallamiento por la acumulación de botes tirados en el suelo. Después de pasar por las manos de los sanitarios, pudo volver a subirse e hicimos juntos el recorrido de regreso hasta los coches.

Para mí ha sido una experiencia inolvidable que voy a intentar con todas mis fuerzas repetir y mejorar. A ver si todo se pone de mi parte y la próxima vez consigo terminarlo.

Datos de la ruta:

Recorrido:
Distancia: 81,68 km.
Tiempo efectivo:6h15'
Tiempo total: 7h30'
Promedio: 13,07 km/hora.
Desnivel: xxx metros.
Terreno: pista-asfalto () %.