domingo, 12 de febrero de 2012

Trekking a la Peña Cebollera (Somosierra). 11 de febrero.


Ruta en bici 1413628 - powered by Wandermap 

Silencio. Paz. Tranquilidad. Soledad. Vida.

Cuando recuerdo los libros que cuentan las hazañas de los grandes aventureros que consiguieron conquistar las mas altas cumbres, los lugares más remotos, los puntos más extremos de nuestro planeta, allí donde no se entiende la vida, es cuando visualizo las palabras iniciales. El sábado, en la ascensión hasta la peña Cebollera (también conocida por Cebollera Vieja o Pico de las Tres Provincias), comprendí en parte todo el sufrimiento y el mérito que tienen todos aquellos que arriesgan sus vidas en retos de ese calado.

Quiero dejar claro que no soy tan ingenuo de pensar que nuestra "excursión" de fin de semana tenga alguna similitud con esas hazañas. Tan solo, que he probado en propias carnes una pizca de lo que ellos hacen a diario, y eso me hace valorar en su justa medida el peso de lo que hacen rutinariamente.

El proyecto de subida a la peña Cebollera estaba fijado para la pasada semana, pero el tiempo inestable con fuertes vientos del norte desaconsejaron su puesta en marcha. Este fin de semana el viento dio una tregua y nos plantamos en el puerto de Somosierra tres valientes (Eduardo [Green], Guillermo y yo mismo) y un maestro (Tirso). El maestro de ruta ya realizó esta ascensión en solitario hace algún tiempo. Él ya sabía de la dureza a la que nos llevaba.

El sábado a las 7h45 era la hora de encuentro, y como es habitual en estas circunstancias siempre falla el que más hizo por quedar pronto. Sí, fui yo el que llegó tarde, en torno a las 8h10. Todos estaban esperando con paciencia pero con ganas ya de atacar la jornada. En un momento me compuse y ya todos listos para comenzar iniciamos la marcha. Los partes meteorológicos adelantaban para el sábado en la sierra madrileña temperaturas gélidas en torno a los -10º. Cuando me bajé del coche marcaba exactamente -7.5º, el viento en el puerto estaba bastante calmado y los cielos absolutamente despejados.





La nieve no nos abandonó en todo el recorrido. Desde sus inicios junto a la gasolinera del puerto de Somosierra, las botas se hundían con facilidad. De nuevo Green con su GPS nos ayudó a orientarnos con el track que llevaba cargado (ya lo hizo en la jornada de bicicleta del grupo del Instituto en San Agustín del Guadalix). Tirso conocedor de la ruta tenía alguna dificultad en orientarse en determinados puntos por la cantidad de nieve que nos encontramos, que tapaba completamente las sendas transitables.

Entre el maestro y las nuevas tecnologías conseguimos llegar al bosque totalmente blanco.







Comenzaba la ascensión por las pistas forestales bien cubiertas del manto blanco. Pistas que en otras situaciones son bien transitadas por senderistas e incluso bikers. La subida por estas rampas se hizo dura, aunque nada que ver con lo que nos esperaba al final del camino. Esa información solo la manejaba el maestro Tirso, que bien la retuvo para no asustarnos. Hizo bien, porque de no hacerlo igual se hubiera visto solo en la jornada...

Una vez fuera del refugio del bosque comenzamos a notar un viento racheado, que sin ser muy fuerte, por tramos sí se notaba racheado, muy frío y desagradable. Dejando atrás la zona arbolada, y ya en un tramo alto el perfil se dulcificaba, aunque comenzamos a encontrar en ciertos puntos más acumulación de nieve, toda nieve virgen nieve en polvo. Tan solo tuvimos de referente las huellas de un animal, posiblemente un zorro, que seguía a la perfección nuestra ruta. Tirso que en casa debe de acumular más material técnico que el mismo Decathlon en sus almacenes centrales, llevó un poquito de todo, incluyendo un juego de raquetas que se calzó en primera instancia Guillermo. La imagen que nos llegaba de Guillermo para los no habituados
era bastante cómica. Me recordaba al andar al mismísimo Franky (frankenstein), imagen que luego repetí yo mismo y finalmente Tirso al utilizarlas. La ventaja de la utilización de las raquetas sobre las botas es bastante clara. Ante la acumulación de nieve, gracias a la gran superficie de la base, las raquetas impiden que te hundas, mientras que los que van sin ellas, hunden el pie por el propio peso.

Después de un gran tramo me las calcé yo, y desde ahí ya no las solté hasta la cima de la peña Cebollera. Es una sensación extraña al principio, de torpeza y comodidad a la vez. Con el uso vas dominando la técnica y disfrutas de sus beneficios.







El tramo de pista forestal nos llevó cubrirlo aproximadamente dos horas, haciendo en torno a unos 5 km. Llegados a este punto, Tirso dio el alto al grupo, cubrimos las necesidades alimenticias y fisiológicas, y entonces nos indicó el nuevo guión a seguir. Dejábamos ya a un lado la pista forestal y comenzaba el tramo de montaña pura. La ascensión a la peña Cebollera desde abajo parecía asequible, si bien, la pendiente era bastante pronunciada y con mucha vegetación baja que dificultaba el camino a elegir en la subida. Realmente lo que había que hacer era intentar no perder de vista un arroyo que descendía toda la ladera pero sin llegar al punto de caerse en él, algo que no era tan sencillo puesto que estaba completamente tapado por la nieve. En un punto inicial tuvimos que atravesar este arroyo y Green en el salto no midió bien llegó a tocar el agua con sus botas, pero solo fue una anécdota sin consecuencias.

Al llevar yo las raquetas, tenía la responsabilidad de abrir camino al resto, como si fuera un rompehielos en el Ártico. El trabajo no era sencillo, puesto que la inclinación en muchos puntos era excesiva, lo que unido a la escasa facilidad de movimiento que supone llevar las raquetas, hacía más complicada mi ascensión. Tuve dos o tres momentos de colapso. Según íbamos tomando altura, la cantidad de nieve que nos encontramos superaba en muchos puntos la zona de las rodillas incluso algo más, mucha vegetación baja tapada por nieve helada, la bajada en picado de las temperaturas y el viento racheado que ya nos azotaba de lleno al quedar sin la protección de la peña. Desde mitad de la ascensión de la peña hasta hacer cumbre comenzó lo peor de la jornada. Esos vientos gélidos racheados muy fuertes, excesiva nieve y vegetación, la inclinación que no suavizaba en ningún punto y la sensación de no ver nunca el final de la peña, hacía de la subida un sufrimiento durísimo.




En un momento de la ascensión, Tirso que lleva un reloj con estación meteorológica me comentó que la temperatura ambiente estaba con total seguridad en los -15º a -20º. Yo sufrí mucho la segundo tramo de subida, ya que no llevé una braga polar para cubrirme la zona de la boca y la nariz, lo que me ocasionaba en dolor fortísimo en esa zona. Tenía que ayudarme con la mano libre, la que no llevaba el bastón, para taparme y aliviar el viento que me rompía la piel. Aún así, ahora tengo alguna quemadura del viento en la zona del labio superior y la parte baja de la nariz. Otros llevaban bragas que les tapaban, y también se ayudaron de las capuchas de los abrigos y de cualquier cosa que pudieran llevar encima para taparse.

Finalmente, y después de aproximadamente 1h15 de ascensión de la peña, hicimos cumbre. Alcanzamos los 2.129 metros de altitud y habíamos comenzado en los 1.434 metros, por lo tanto una ascensión de 700 metros muy duros, y una distancia según el GPS de Green de unos 7.3 km. Precedidos por el maestro, yo le acompañé a los pocos minutos, y nos abrazamos orgullosos de haber podido con la situación tan dura. Al poco de llegar, Guillermo se unió y poco después Green completó el grupo en la cima.

Las imágenes desde arriba son tremendas. Se aprecia con total perfección toda la meseta norte de España llegando la vista sin problemas a divisar toda la cordillera cantábrica con sus elegantes Picos de Europa nevados. Aún así, siendo maravilloso el paisaje el frío no daba tregua. Estando arriba sin cobijo el aire era destructivo. Para hacer entender de lo que hablo, como ejemplo valga que saqué la mano derecha para hacer alguna grabación de la cima, y a los 30-40 segundos de hacerlo comenzaba a notar las manos amoratadas, lo que me obligaba a volver al guante.






Tirso, en su papel de maestro se puso a hacernos arriba (sí a -20º) una infusión. ¡Qué complicado es todo cuando hace un frío tan infernal! Después de varios intentos consiguió encender la mecha de su mini hornillo a gas y nos tomamos una infusión compartida. Fue algo así como hacer un botellón caliente en lo más alto de Madrid. Completamos la infusión con el bocadillo y almendras, pasas, y otros frutos secos que llevábamos encima, todo siempre tomado con guantes, capuchas, gorros, gafas de sol... A los 15 minutos de subir, comenzamos a notar un frío en el cuerpo nada bueno. A pesar de ir abrigados adecuadamente con ropas técnicas, mallas interiores, varias capas de forros polares, gorros, abrigos invernales... el frio marca su ley y te hace sentir desnudo.

Comenzamos el descenso, en el que Green parecía llevar esquíes de descenso. Nos perdió nada más comenzar, y llegó a la base el primero con gran ventaja. En la primera parte de la bajada nos encontramos con otros dos "locos" que subían a hacer cima. Nos saludamos, ¡qué menos en esas circunstancias! Tirso, como buen relaciones públicas se paró a cruzar impresiones, mientras Guillermo y yo no paramos de darle toda la caña que pudimos para recuperar el calor. En la bajada aprecié más nieve que en la subida, algo absurdo porque la cantidad era la misma. Pero sí es verdad que ya no iba con raquetas y además intentábamos aprovechar el camino de subida, por lo que en muchos puntos metíamos casi toda la pierna en la nieve y costaba salir y continuar el recorrido.






En la base estaba Green esperando al sol, ya más sonriente porque había recuperado el calor corporal y sabía que lo peor ya estaba hecho. Nos unimos Guillermo y yo, y a los pocos minutos ya estaba el maestro Tirso acompañando al grupo. Tomamos algo de alimentos y continuamos por la pista forestal para regresar hasta la gasolinera del puerto de Somosierra.

En el camino de regreso, pudimos comprobar lo bárbaro de lo que habíamos ascendido. También pudimos ver a los dos que nos encontramos subiendo a la peña cómo se dejaban deslizar con esquíes hasta la base. En opinión de mis tres compañeros de ruta, uno de los dos tenía muy buen nivel de esquiador ya que la inclinación, la vegetación y las pisadas de los que por allí habíamos transitado hacía muy complicado el descenso. Al otro acompañante se le veía en la distancia con muchos problemas, hasta el punto de que a mitad de descenso abortó la bajada con esquíes para hacerla a pie como nosotros.

Gran parte del regreso lo hicimos por el mismo tramo de subida. A mitad de recorrido nos encontramos con un "amigo" que venía por otro recorrido y el que nos comentó que también por allí se podía ir hasta nuestro destino. La verdad es que fue un poco faena puesto que tuvimos que bajar para luego subir un pequeño tramo que ya no nos sentó nada bien. Lo cierto es que llegamos a nuestra meta hacia las 14h00 cumpliendo ampliamente la estimación de tiempos.

Nos cambiamos el calzado, los calcetines y los pantalones que venían, al menos en mi caso, tremendamente mojados y nos fuimos a buscar un lugar donde tomarnos algo de comer y beber para charlar sobre la jornada tan maravillosa que habíamos disfrutado.



Me llevo un recuerdo maravilloso del día. Una experiencia increíble en nieve como nunca antes la había tenido, en un entorno perfecto, con un grupo estupendo, y con un clima, que a excepción del tramo final de ascensión a la peña, ha sido inmejorable para estar en pleno febrero.

Agradecer en especial la labor de Tirso que nos ha llevado de la mano, facilitándonos todo tipo de material, de consejos y por encima de todo, nos ha dado una seguridad en lo que hacíamos que es de valorar por lo menos al nivel de un "Calleja". Y por supuesto, también a Guillermo al que le meto últimamente en algunos embolados "extremos" (Blanqui, tranquila que ya ves que siempre vuelve vivo a casa). Y finalmente a Green, que es un tipo que igual le da ir a pedales, que ir a pie, que probablemente volar, correr, nadar... un tío completo en las artes del deporte y la naturaleza. Hubo muy buen ambiente, buena conexión que ayudó a llevarse una mejor impresión del día. Quizás nos faltó "un Santiago" que estaría limpiando cromados... pero siempre habrá más oportunidades. La próxima ya está más cerca.

5 comentarios:

  1. Felicidades! Que envidia me da una subida como esta, que hace tiempo que ya no hago.. Por cierto, el texto muy bien redactado y muy expresivo.

    Saludos

    JL

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    1. Gracias JL. La verdad es que fue una jornada estupenda, que solo puede mejorarse incluyendo en el grupo más amigos que disfruten de estas "locuras".

      Abrazos,

      Juan

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  2. Fue increíble compañeros. Los cuatro allí solos, frente a frente contra las inclemencias del tiempo, que no eran pocas. Sol radiante pero fuerte viento, que disminuía aún más la temperatura, dentro de lo baja que ya era. A destacar, el compañerismo: esas raquetas que compartimos unos y otros, además del resto de material que Tirso nos prestó.

    Echamos de menos la presencia de Edurne Pasaban y las cámaras de Al Filo, pero para la próxima se apuntarán, reemplazando la bandera de la conocida cadena de televisión por la Ñ cervantina :-P

    Y hablando de próximas... que ésta solo sea la primera de otras muchas. Ya sea de pateo o de pedaleo, las emociones fuertes están servidas.

    Un abrazo!

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  3. Y ahora el reto de verdad en mayo: http://www.diezmildelsoplao.com/

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  4. Felicidades compañeros, todos habeis pasado el examen.

    Unos casi dejan la nariz en el intento, otros quisieron llevarse toda la nieve en las botas, otros no se fiaban del guia y preferían su track, alguno incluso, con osadía, se negó a comerse el bocadillo caliente, pero todos llegaron a la meta.

    Abrazos!

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