martes, 22 de julio de 2014

En canoa por las hoces del río Duratón. 19 de julio.


Nueva experiencia, nuevos motivos para vivir, para alegrarse y para animarse a probar deportes distintos, visitar entornos maravillosos, compartir el tiempo con gente que merece la pena, buena de corazón.

Medio Madrid ya había visitado esta zona maravillosa de Segovia y yo llevaba tiempo con muchas ganas de hacer una visita al entorno natural y a los pueblos para hacer un turismo gastronómico. La oportunidad llega cuando menos te la esperas. Cuando Tirso me ofreció hacer una ruta por las hoces del río Duratón en su canoa no dudé un instante. Las oportunidades no aparecen muchas veces, hay que cazarlas al vuelo. Me contó de lo que se trababa, de realizar una incursión en el río, entre buitres y paredes altas a ambos lados que engrandecen mucho el lugar y empequeñecen al visitante.

La mañana comenzó pronto, saliendo de casa a las 8h rumbo a Madrid a recoger a Tirso. Él ya preparado con las dos mochilas en las que va embalada la canoa las colocó en el maletero del coche y carretera y manta como suele decirse. A1 dirección Sepúlveda para allí comunicar que íbamos a estar en las hoces durante ese día. El pueblo es una pasada, maravilloso, lleno de asadores y con unas vistas espléndidas.


Desde allí nos trasladamos hasta Sebúlcor donde tuvimos que localizar el Portillo del Pez que es el acceso ya a la calita del río Duratón en el que se embarca para las rutas.

Accedimos a la playa y llegó el momento de montar la canoa. Cuando uno piensa en una embarcación piensa en piezas rígidas, sean de plástico, madera o metal. Pues mis ojos se llenaron casi de lágrimas al ver que lo que salía de las mochilas eran tubitos de metal y una gran lona...nada más!!! Pero cierto es que al final esos componentes formaron una canoa espléndida, amplia y segura. Costó más de la cuenta porque al montarla una de las piezas que hacen de suelo se desplazó y tuvimos que deshacer parte del trabajo hecho. Llegué a desesperarme un poco, es cierto, pero cuando echamos a navegar todo se me olvidó.




Ese fue el momento mágico del día. Empujar la canoa, remar unos metros y encontrarse en mitad del cañón...no sé cual es la palabra que define mejor lo que vi y sentí, pero si digo espectacular posiblemente me quede corto. La naturaleza tiene muchas formas que el hombre no disfruta a diario: esta es una de esas. Agua abundante en el río, color verde maravilloso, paredes altas a ambos lados llenas de buitreras, plantas acuáticas en el río. No sé cómo explicar todo...la maravilla que se presentó ante mis ojos.










Tirso había planificado muy bien el recorrido. Saliendo de la cala iniciamos nuestro recorrido hacia la derecha hasta llegar al punto 1 marcado en el mapa. Allí estaba el límite permitido, ya que todo en el parque está regulado para que todos disfrutemos, pero no molestemos al entorno. Hasta el punto 1 y el retorno hasta la playa fue un recorrido muy plácido donde la canoa se deslizaba sin apenas resistencia. Una vez pasado el punto de embarque nos dirigimos hacia el punto 2. Empezó a soplar el viento de forma racheada al principio y luego de manera contante y fuerte. Las hoces van haciendo curvas y por eso en algunos tramos el viento soplaba de cara y otros de espalda. Llegamos hasta el punto 2 y atracamos para comer. Bocadillo estupendo de tortilla y unas brevas que nos sirvió el mismo parque, la misma naturaleza al alcance de nuestra mano.









Embarcamos de nuevo y para ese tramo decidimos cambiar nuestro orden en la canoa, Tirso delante y detrás. Tuve que aprender a palear y corregir la dirección en un curso acelerado de 5 minutos, que fue el margen de tiempo que la naturaleza nos dio hasta que el viento comenzó a soplar de lo más fuerte. Lo pasamos mal en el retorno al embarcadero, tanto que en dos ocasiones por más que remáramos fuerte no fuimos capaces de avanzar ni un metro. Hubo que luchar mucho, pelear...pero es lo bonito de estos deportes, la improvisación.






Lo conseguimos y atracamos felizmente. Comenzaba a llover en un día que nos respetó en todo: cielo nublado, temperatura ideal y nada de lluvia. La vuelta a casa fue toda hablando de lo que vivimos en las hoces y aún a fecha de hoy llevo la sonrisa dibujada en mi cara. Que nadie se le olvide pasar por allí al menos una vez en su vida, me daréis las gracias por este consejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario